Pequeñas preguntas y pequeñas respuestas llevan a la consecución de pequeñas acciones. Veamos un ejemplo: es absurdo que en una empresa se impongan a un trabajador los mismos objetivos que a una persona que lleva en el mismo puesto cinco años. Si los empleados de un ‘call center ‘deben realizar 50 llamadas al día, el propósito será irrealizable para quien entra por primera vez. Obligarle a alcanzar esos números solo conduce a la frustración. Si los propósitos se dividen en metas parciales, la cosa cambia. Quizás diez llamadas durante la primera semana sean un objetivo asequible. Desde esa base se puede ir trabajando progresivamente: veinte en la segunda, treinta en la tercera, etc.