La fundación I+E y Deusto, en un documento titulado Ideas, describen la hoja de ruta que el país debería seguir para construir una economía basada en la innovación y el empleo de calidad. El análisis es como el mapa del metro en una ciudad, con cuatro líneas llamadas “industria, innovación, empleo y educación”. Todas ellas son estaciones descuidadas en un país cuyo gasto en I+D (2016) es tan sólo del 1,19% del PIB (13.300 millones), frente al 2,03% del resto de Europa. Un informe de EAE Business School desliza que la inversión pública en España “no ha servido de dinamizador de la innovación” y la privada lejos de crecer, ha caído un 5% entre 2010-2016.
Otros países han sabido cambiar su modelo Corea del Sur o Singapur han sabido cambiar, y es sorprendente que lo hayan hecho en pocos años. Según la OCDE, el peso industrial en los países más competitivos del mundo, los que más invierten en innovación, supera el 20% y aquí representa el 16% (el 13% en manufacturas). España tiene unas infraestructuras estupendas que no se aprovechan debido a disfunciones y solapamientos. Como ejemplo el País Vasco, un polo de desarrollo gracias a que hay muy buena conexión entre el sector público, el privado y el educativo. Podíamos ser líderes en creatividad. La automatización va a llegar a muchas áreas, pero la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico, la inteligencia emocional, las habilidades sociales… van a seguir siendo valores e igual somos un país donde otros podrían venir a inspirarse dentro de unos años.