Ingvar Kamprad estaba tan vinculado con sus orígenes que cuando tuvo que poner nombre a su empresa decidió unir sus iniciales a la de la ciudad natal y la granja donde se crió. Aquel baile de letras dio lugar a una de las marcas más conocidas del planeta. El imperio del mueble escandinavo ha vivido una de las sucesiones más dilatadas y más surrealistas entre las grandes multinacionales.
El propio Kamprad abandonó la presidencia hace 31 años, en 1986. Sin embargo, no quiso desvincularse y se quedó vigilando y moviendo los hilos desde un puesto de asesor. Intentó ceder el testigo a algunos de sus tres hijos, pero no funcionó, a pesar de que todos ellos trabajan al frente de alguna división de la multinacional.
Se llegó a rumorear que ninguno de sus vástagos quería dar el paso al frente o que el propio Kamprad no terminaba de decantarse por alguno debido a cierta desconfianza en sus capacidades para dirigir la expansión hacia lugares como China o Rusia. Finalmente, en 2013, el veterano empresario anunció que abandonaba su puesto en la compañía y convenció a su hijo menor, Mathias, para que asumiera el mando.